Por Gara Santana.
Entrando en una sala del British Museum de Londres, concretamente la dedicada a Roma en el Imperio, me sorprendió ver una imagen que es realmente un gesto para la Historia, un gesto que seguramente se ha repetido desde que el mundo es mundo en la intimidad de los hogares o a la sombra del patriarcado. Soy una fiel defensora de que, principalmente, en las sociedades preindustriales, el saber fue transmitido de madres hijas. Tal vez no el saber que a partir del siglo XIX se alojó en anticuarios o el saber como lo entendemos a partir de la Ilustración, pero sí el saber que emana del origen de todas las cosas, del principio de todo. Siempre he pensado que hombres y mujeres han sido fundamentales para el proceso de acumulación del saber y el consiguiente progreso de la humanidad, pero permítanme que esta entrada sea un homenaje a ELLAS.
Esta estampa no es habitual en un mundo absolutamente digitalizado, en una de las ciudades con el ritmo más frenético que he visto. De repente, una abuela se sienta con su nieta para explicarle algo. ¡Que se pare el mundo, los niños tienen que entender! Ya no paramos el mundo para educar y enseñar, ya no tenemos paciencia con los niños y la mayoría de las veces no es tanto una cuestión de que el día tenga más de 24 horas, sino que en los adultos se produzca un cambio de actitud.
Gestos con Historia
¿Cuántos gestos que hoy nos parecen normales no fueron en su día desafíos a un orden establecido, a una mentalidad o a una legislación?
lunes, 7 de julio de 2014
jueves, 23 de enero de 2014
Frutas prohibidas
Como un justo homenaje a Virginia Woolf y a la anécdota por la que nació este blog, he decidido dedicar el primer artículo de esta serie Gestos con Historia a las mujeres y su relación con las bibliotecas.
Echando un vistazo a la historia de género es francamente previsible que a las mujeres les estuviera prohibida la entrada a las bibliotecas en el siglo XIX en España, así como se les prohibieron tantas cosas y como, aún hoy, en lugares de nuestro mundo siguen careciendo de derechos de los que los hombres gozan. La tarea ya instintiva que una realiza cuando se enfrenta a una tarea de investigación, el paso cero de toda búsqueda de nuestra era, es buscar en Google las palabras clave de lo que queremos encontrar, para tener un punto de partida. Cuando escribí las palabras mujer+prohibido en el buscador aparecieron 23.100.000 resultados en 0,43 segundos:
<<Las mujeres en Arabia Saudí tienen prohibido columpiarse>>
<<Prohibido a las mujeres conducir>>
<<Prohibido en la Biblia mujeres predicadoras>>
<<Prohibido el aborto terapéutico a la mujer>>
<<Prohibido el aire acondicionado a las mujeres saudíes>>
<<Prohibido el Paso a las mujeres cofrades>>
<<La Mujer y el fruto prohibido>>
Yo, con la palabra prohibido en algunos casos siempre he tenido problemas, se me oprime un poco el pecho, de modo que sólo ojeé hasta la página seis del buscador. No comprobé la veracidad o no de las frases escogidas al azar pero la tendencia de los resultados es hablar sobre una legislación o una norma que se impone sobre la libertad de la Mujer. Por curiosidad hice lo mismo con las palabras hombre +prohibido y aparecieron unos 14.000.000 resultados. Volvió la opresión al pecho, pues a nadie le gusta que a ningún sexo de nuestra humanidad se le prohíban cosas que tengan que ver con los derechos pero, para mi sorpresa, echando un vistazo a estos resultados, las entradas decían cosas como:
<<Foro: ¿Qué hago? Amo a un hombre prohibido>>
<<Test: ¿Es un hombre prohibido?>>
<<Rihanna tenía prohibido salir con hombres en su adolescencia>>
<<Yahoo respuestas: ¿Una canción para dedicársela a un hombre prohibido?>>
<<Amarrar a un hombre prohibido>>
<<Prohibido conducir o salir sin la presencia de un hombre>>
Observé que en este segundo caso, la palabra prohibido para el hombre o bien era una licencia literaria para que las mujeres hablen de un amor que es difícil de conseguir o para referirse otra vez a prohibiciones que los hombres imponen sobre las mujeres, que no son solo para de la Historia sino por desgracia noticia. Este ejercicio es anecdótico, pues si hubiese puesto en la búsqueda hombre+negro+prohibido u hombre+judío+ prohibido, la cosa hubiera cambiado, sin embargo, me sorprendió que en el ámbito de las prohibiciones a la mujer en la actualidad, todos los caminos nos lleven a Arabia Saudí, donde se están sucediendo muchos gestos con Historia, como lo fueron en su día, por ejemplo, que una mujer quisiera entrar en una biblioteca... (y lo hiciera).
*Material consultado
Carreño Rivero, Myriam y Colmenar Orzaes, Carmen: "1837: La Biblioteca Nacional, por primera vez abre sus puertas a la Mujer". [En línea] Historia de la Educación, vol 5 (1986). http://revistas.usal.es/index.php/0212-0267/article/viewFile/6701/6691 [Consulta: 23 enero 2014].
Echando un vistazo a la historia de género es francamente previsible que a las mujeres les estuviera prohibida la entrada a las bibliotecas en el siglo XIX en España, así como se les prohibieron tantas cosas y como, aún hoy, en lugares de nuestro mundo siguen careciendo de derechos de los que los hombres gozan. La tarea ya instintiva que una realiza cuando se enfrenta a una tarea de investigación, el paso cero de toda búsqueda de nuestra era, es buscar en Google las palabras clave de lo que queremos encontrar, para tener un punto de partida. Cuando escribí las palabras mujer+prohibido en el buscador aparecieron 23.100.000 resultados en 0,43 segundos:
<<Las mujeres en Arabia Saudí tienen prohibido columpiarse>>
<<Prohibido a las mujeres conducir>>
<<Prohibido en la Biblia mujeres predicadoras>>
<<Prohibido el aborto terapéutico a la mujer>>
<<Prohibido el aire acondicionado a las mujeres saudíes>>
<<Prohibido el Paso a las mujeres cofrades>>
<<La Mujer y el fruto prohibido>>
Yo, con la palabra prohibido en algunos casos siempre he tenido problemas, se me oprime un poco el pecho, de modo que sólo ojeé hasta la página seis del buscador. No comprobé la veracidad o no de las frases escogidas al azar pero la tendencia de los resultados es hablar sobre una legislación o una norma que se impone sobre la libertad de la Mujer. Por curiosidad hice lo mismo con las palabras hombre +prohibido y aparecieron unos 14.000.000 resultados. Volvió la opresión al pecho, pues a nadie le gusta que a ningún sexo de nuestra humanidad se le prohíban cosas que tengan que ver con los derechos pero, para mi sorpresa, echando un vistazo a estos resultados, las entradas decían cosas como:
<<Foro: ¿Qué hago? Amo a un hombre prohibido>>
<<Test: ¿Es un hombre prohibido?>>
<<Rihanna tenía prohibido salir con hombres en su adolescencia>>
<<Yahoo respuestas: ¿Una canción para dedicársela a un hombre prohibido?>>
<<Amarrar a un hombre prohibido>>
<<Prohibido conducir o salir sin la presencia de un hombre>>
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Manal al-Sharif, activista saudí. |
El gesto de Antonia Gutiérrez Bueno
Muchos debates existen sobre las conquistas sociales que se logran a lo largo de la Historia. La conquista de Antonia Gutiérrez Bueno fue una de esas conquistas pacíficas, sin violencia ni aspavientos, que parecen estar esperando su momento adecuado para florecer. Y ese momento fue 1837, cuando Antonia se encuentra escribiendo su segundo libro Diccionario biográfico de mugeres célebres, y se da cuenta de que necesita consultar documentación y libros que se encuentran en la Biblioteca Nacional (BNE), donde las mujeres tienen prohibida la entrada salvo en los días de fiesta, en los que pueden pasear por ellas y admirar lo que no pueden tocar.
Sorprende en este aspecto, que los siglos XVIII y XIX, hayan sido en los que más mujeres se representaron en el arte en actitud de lectoras empedernidas o lectoras bucólicas junto a una ventana o un gato, mientras los hombres legisladores de ese tiempo no contemplaban la idea de permitirles la entrada en las bibliotecas. Tal vez los hombres veían en una mujer lectora lo mismo que veían en la fruta prohibida que Eva muerde en el paraíso, un elemento exótico y de inspiración pero que ninguno desea para su propia esposa ni para su sociedad. Pero Antonia Gutiérrez Bueno no era una lectora bucólica de Jane Austen, era una científica con un método y una necesidad. Un día, a la edad de 56 años, cogió papel y pluma y le escribió al ministro de gobernación un permiso para poder acceder a la Real Biblioteca Nacional.
Sucedió que el contexto histórico abrazó esta vez la causa impopular de Antonia Gutiérrez, pues gobernaba en España una mujer, la reina regente María Cristina, quien soportando y refutando la desaprobación de sus leales ministros varones, dio orden de responder a Antonia, lo siguiente:
<< ... Se ha servido resolver S.M permita V.S. la entrada en la sala baja que indica a las mugeres que gusten concurrir a la Biblioteca...>>.
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Mujeres en la sala de lectura de la Biblioteca Nacional. |
Ahí estaba la conquista. Es una frase, una línea, pero ahí quedó, puesta la frontera, retroceder de esa línea, nunca más. Hoy recuerdo su historia desde una biblioteca, miro a mi alrededor y veo otras mujeres y veo hombres, todos en la misma sala. Y si miro un poco más allá puedo ver, a esta hora, incluso a una bibliotecaria colocando los libros que durante el día hemos revuelto y consultado. Gracias, Antonia.
Mujeres y libros hoy
Contrastando el gesto histórico de Antonia, con el de una mujer de letras de nuestro tiempo, llegamos a la historia de una mujer como Inma Medina. Ella es Licenciada en Filología Hispánica e
investigadora predoctoral en el ámbito de la Sociolingüística y la Lexicografía y actualmente vive en Madrid. Le pregunté por María Moliner, mujer también de libros, palabras y de bibliotecas por excelencia, esto es lo que nos ha dicho:
A Inma no hay hoy archivo, biblioteca o centro documental que se le resista a nivel legislativo. El mundo es suyo porque la cultura, gracias a mujeres como Antonia Gutiérrez y María Moliner, es de todos y de todas. Esto me hace pensar en un posible tema para esta serie de artículos: Mujeres bibliotecarias. Pero eso ya es otro gesto con Historia."Aunque casi todos la conocemos por ser la autora de uno de los mejores diccionarios de nuestra lengua, María Moliner participó durante la Segunda República en diversos proyectos que tenían como objetivo organizar una red de bibliotecas públicas que permitiera acercar la cultura a toda la población, especialmente en zonas rurales. Cuando el franquismo la apartó de su cargo, trabajó durante el resto de su vida en archivos y en bibliotecas del Estado. Solo una persona profundamente enamorada de los libros podría dedicar las horas libres que le deja su trabajo a elaborar, en solitario y durante más de veinte años, un diccionario que marcó un antes y un después en la lexicografía española. Podría decirse que el compromiso de María Moliner con la difusión de la cultura la llevó a involucrarse en todas las etapas que van desde el estudio minucioso de cada palabra hasta la gestión de las bibliotecas públicas"
Inma Medina, filóloga
*Material consultado
Carreño Rivero, Myriam y Colmenar Orzaes, Carmen: "1837: La Biblioteca Nacional, por primera vez abre sus puertas a la Mujer". [En línea] Historia de la Educación, vol 5 (1986). http://revistas.usal.es/index.php/0212-0267/article/viewFile/6701/6691 [Consulta: 23 enero 2014].
miércoles, 22 de enero de 2014
Gestos con Historia
Una noche, estaba leyendo Una habitación propia de Virginia Woolf,
y en un capítulo ella explicaba cómo un bedel le había prohibido la entrada a la biblioteca de una universidad masculina por ser una mujer. Le advirtieron que para hacerlo necesitaba tener
una carta de recomendación de un hombre o ser uno de ellos. En ese momento, dejé el
libro a un lado y me puse a pensar... Reflexioné un rato, no mucho, pero intensamente, como cuando se piensa en la muerte y me pregunté: ¿Cuántos gestos que hoy nos
parecen normales y cotidianos no fueron en su día desafíos a un orden establecido, a una
mentalidad o a una legislación?
<<Oh, pero no podéis comprar hasta la literatura. La literatura está abierta a todos. No te permitiré, por más bedel que seas, que me apartes de la hierba. Cierra con llave tus bibliotecas, si quieres, pero no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente>>.
Virginia Woolf. Una habitación propia.
lunes, 29 de julio de 2013
A las bibliotecas
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Es cierto que las bibliotecas no dan dinero, pero es que son demasiado importantes para dar dinero. Es mejor que todo eso, son patrimonio de la Humanidad. Sería impensable que los políticos temporales que están de paso en su ayuntamiento y en el planeta mismo (como todos nosotros), atentaran contra esta institución milenaria, por la que Hypatia se jugó el tipo en el incendio de la Biblioteca de Alejandría, cuando abrazada los pergaminos que iban a ser presa del fuego y le faltaban las manos para salvar material. Pero Hypatia no quería salvar el papel en sí como pieza de museo, no. Hypatia sabía lo que nuestros gobernantes ignoran, que el saber es esperanza. Que si se pierde no tiene mucho sentido seguir hacia adelante.Un político que menosprecia las bibliotecas es normal que no encuentre respuestas a una crisis de gobierno interna, es normal que si no ha leído acerca de la política romana no conozca el valor de la dimisión ante actos ilícitos ( o la mera sospecha de que se produjeran) y quien haya leído por encima los acontecimientos en Francia a finales del siglo XVIII, no cometería la imprudencia de decir que el pueblo no puede conseguir atemorizar al poder. Les invito a todos a defender esos pequeños santuarios de horizontes que son las bibliotecas. Abrazar sus tesoros como si del sentido de nuestros actos en la tierra se tratara. Yo por mi parte, no voy a confiar en un dirigente que subestime el papel que éstas juegan en nuestra libertad ya sea de derechas, izquierdas, arriba, abajo o centro. El saber no se toca, no se negocia, se cuida. Los ciudadanos, por nuestra parte, podríamos devolver ese ejercicio de rentabilidad, planteándonos si nos compensa tener tantos políticos corruptos, "que no dan dinero" sino que nos lo roban.
*No hay fuentes que aseguren que Hypatia presenciara el incendio de la biblioteca de Alejandría, la cual sufrió varios ataques antes de su definitiva destrucción. Es una licencia literaria que el director Alejandro Amenábar se permite en la película Ágora (2009), en el personaje de Hypatia interpretado por Rachel Weisz.
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